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¡Pies para qué os quiero!

De buena mañana:

-Como ayer te «fuistes»sin decirme ni las buenas noches ni ná…¡Por lo menos yo no te oí decirme ná!…Pues pensé que estarías enfadá por algo… Así que, ¡mira! me voy a dar un paseo aunque sea sólo hasta la playa, porque no se me pueden tener quietas las piernas y no voy a estar esperándote aquí sentao hasta que puedas salir conmigo…

-¡Pablo !- se da la vuelta y aparenta que no me oye -¡Pablo!- Sigue trajinando con las llaves en la puerta. Me acerco a él y le fuerzo a mirarme- Oye ¿No te acuerdas que tenemos cita con la enfermera?

-No me va a quedar más remedio que esperarte entonces

Cuando entramos a la consulta, ya se pone todo formal y atento a lo que le preguntan y me mira antes de contestar. Se tumba,con esa agilidad de yogi que tiene, en la camilla y Concha le hace una examen de sensibilidad en los pies. Le va tocando y él distingue, sin mirar, lo frío, lo caliente, los pinchazos y las cosquillas. img_20170308_183401643.jpg

-Está todo perfecto, Pablo-le dice mientras anota los resultados y le mira calzarse en perfecto equilibrio

-¡Si lo sé! No los tengo muertos los pies, no..

libertad vigilada…

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Aquí está Pablo sentado en la puerta de su caseta del huerto, caído en uno de esos sueños de libertad.

Estar al cuidado de una persona no deja de ser, un poco, tenerle bajo vigilancia. Vigilar que se asee, que se cambie de ropa, que coma a sus horas y una dieta adecuada (Pablo preferiría comer dulce solamente), las horas de sueño y de vigilia. A veces le veo paseando por el pasillo con el reloj en la mano (porque pasa el tiempo más rápido que si lo tienes en la muñeca) cuando bajo a darle la última dosis de levodopa sobre las 21:00 Y si por cualquier distracción me retraso un minuto, me reclama a la voz de

-Las nueveeee, las pastillas!

Y cuando llego a su lado, preparo la cena y  se queda ese rato en la cocina, casi siempre contándome alguno de sus recuerdos. Sentado en su sitio de la mesa, calibrando el humor que tiene «el vigilante «para desviar hacia uno u otro lado la conversación…se toma sus pastillas y dice mirando cómo vuelvo a rellenar el pastillero

-Bueno, esas ya son las de mañana, ¿no? Ya no me mandas nada más por hoy, yo ya puedo irme a la cama. ¡Buenas noches!

 

Los santos inocentes

-Pablo, no te pongas la gorra que hoy está lloviendo..

-No será para tanto, serán unas chispas

-Que no está el tiempo para dar paseos

-¿un paseo dices? Pues el caso es que sí, llévate el paraguas «pasiacaso»

Oye lo que le parece y anda por el medio del camino y se ríe si le advierto que hay que ir por el lado izquierdo. Camina como si la calle fuera suya, y así es, ha ido creando un mundo interior en el que vive «divinamente», una isla en la que los demás somos el ruido de las olas. Cuando se acerca un coche, o  un grupo de ciclistas y le digo que se eche a un lado, siempre, siempre, se para, se da la vuelta despacio a comprobar que no le estoy engañando, porque él no se cree cualquier cosa que le dicen, pero no sólo hoy, día veintiocho de diciembre…¡Todos los días del año!

A veces me impaciento y le aparto yo tirando de su manga hacia mi lado (es muy fácil moverle, como si no pesara nada, su cuerpo no ofrece resistencia)

-¡Algún día te atropellan, o provocas un accidente!

-Qué exagerá, no será para tanto…Si tienen sitio de sobra…¡Que se aparten ellos!

Y el coche ahí esperando que Pablo decida dejarle pasar. ¡qué inocente!

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Habas contadas

Fui a ver a Pablo y le preparé unas habas con su refrito de ajos y sin piel, como le gustan. Empezó a comer y el sabor le llevó a su añoranza del «paraíso»

-Como ha llovido tanto, habrán crecido malas hierbas entre las habas y los guisantes…Esas sí que van a estar buenas…

-¿Mejores que éstas?

-¡Pues ná, dónde va a parar!

Pero se come todas las que tiene en el plato, mojando pan en el aceite. Como la tele está puesta, le pregunto si aquí en la de Madrid dicen mejor las noticias 

-Me pone dibujos…

-Mejor aquí entonces, que allí no hacen más que dar malas noticias 

Rebaña el plato, da un sorbo de vino con gaseosa, empieza a pelar el plátano con mucha dificultad, pero sin dejarme que le ayude. Suspira…

-Y a J…, ¿le falta mucho para ponerse bien del tó? Porque allí el suelo es más blandito sin cuestas y el agua de mar es muy buena para los huesos, y …con lo que ha llovido ahora, ¡ya veréis qué habas más ricas! 

asaltar los cielos

Sostiene el bastón con las manos juntas, señalando una nube. Pienso que me va a hablar del tiempo y dice:

-Allí estará San Pedro, esperándome

-Pero si tú no vas a misa, no eres de ellos

-Y eso qué «tié»que ver…cuando me muera voy allí…y luego ya veremos si entro o no

-Bueno, pues que siga esperando

-¡Eso digo yo!

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con la gorra puesta

Si el sol viene de frente se cala muy bien la visera hacia los ojos y cuando es al revés, se coloca la gorra protegiéndose el cuello. La gorra es un elemento importantísimo para él. Tener la gorra puesta es estar preparado para salir, es tener el control, es estar dispuesto, es estar alerta… Se le puede olvidar el móvil, el pañuelo, las llaves (sobre todo las llaves) pero de la gorra siempre es consciente. Cuando le compré esta amarilla de «Brasil2016» me puso mal gesto y me dijo que parecía que iba a ir «de carnaval»(no porque relacionara brasil/carnaval, si no porque le pareció muy chillona) Luego se la puso y alguien le hizo algún comentario admirativo sobre su gorra y desde entonces es la que más se pone de la colección que tiene.

Cuando le veo sentado con la gorra puesta, sé que me está esperando.

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