-¡Pepita!… ¡Oye! gracias por el panecillo milagroso ese que me trajiste el otro día ¿Era milagroso, no?
-Pues milagroso sería, porque estás muy requetebién…Era por San Antonio de Padua – se dirige a mi dándome los detalles de la festividad
-Es que Pepita sabe mucho de iglesia…
– Ay, qué hombre este – se ríe – Pero es un buen hombre, que siempre se ha llevado bien con todo el mundo y hay que ver lo bien ha tratado siempre a sus mujeres, lo que las ha cuidado…Que Manuela, ¿eh, Pablo? ¡Menudo genio tenía! Pero él se preparó un artilugio en la bici para llevarla en su silla de ruedas y todo y cómo la arropaba y qué atenciones tenía con ella ..¡Uy, a mi me hubiera gustado tener un hombre así!
-Pues todavía estás a tiempo – dice Pablo y ella se ríe
-No, yo ya no quiero más hombres, que he padecido mucho cuidando al mío y ya he tenido bastante…Es que le dio una embolia,¿sabes? y se le quedó todo un lado muerto y así aguantó doce años, bueno, aguanté yo, que no me podía ni mover de su lado, que no sé cómo no me volvió loca, porque siempre estaba, Peeepa, Peepa, llamándome