Esto parece un púlpito, o ¿cómo se llama eso de las iglesias? Es que me estoy acordando de Don Teodoro, el cura de mi pueblo, uno que no gustaba mucho a las beatas…y que porque cuando llegó al pueblo era el tiempo de las comuniones y preguntó que si sólo esos niños la iban a hacer, porque habían adornado con telas blancas y flores dos bancos de «alante» y le dijeron que eso era na más que pa los hijos de «Fulano» o yo no sé quiénes seríen, alguno de los riquillos…y que los otros niños que también la hacían, se sentaban detrás en los bancos sin adorno…Y el cura dijo que ¡ah,no!, que para to’s iguales, que o todos los bancos adornaos o que ninguno, entonces…Y más cosas así que fue haciendo, contrarias a lo que ellos gustaban de gobernar, ¡miá tú! Así es que, entre ellos hicieron un escrito de quejas que enviaron al obispo de Toledo, ¿Se dice así, obispo, al jefe de los curas? Bueno, lo que fuera, el caso es que la carta esa, no se sabe cómo, llegó a las manos de don Teodoro – se ríe – Y que cuando fueron a misa, le vieron allí subío al púlpito y que les dijo: «No estaba yo muy seguro de si quedarme o no en este pueblo, pero os voy a leer esta cartaaa que me ha convencío pa quedarme…Y los leyó la carta a los mismos que la habían escrito ¡Qué chasco se llevarían! Yo no lo vi porque no acudía a la iglesia, pero fue muy pregonao luego. También se dijo, no sé quién se enteraría, que’sque el secretario del obispo era hermano del cura y que por eso se la destapó a él en vez de andar con tonterías a importunar a su jefe ¡Qué se habían creído!
Después de elegida la nevera, va recontando la historia de ese cura, que era vasco, elevando la voz con emoción, para que le oigamos bien por la escalera (todos).
-Y allí que se quedó ¡Menudo era!