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El agua, la tierra, el mar

-Mira Pablo, qué aire tan bueno y ese castillo ¿A que en tu pueblo no hay castillo? Es que este pueblo antes estaba allí bajo, por eso se llama «…de la Vega» Pero hubo una epidemia, yo no sé cuándo, en tiempo de los moros pué que fuera y subieron el pueblo aquí a lo alto. Y eso era todo regadío y «habían» manantiales y todo estaba sembrao y se vivía de lo que se iba sacando, tomates, judías, pimientos…Y, las tormentas, ¡qué miedo! Es que yo era pequeña y vivíamos allí bajo, en la ermita y teníamos que abrir y cerrar las esclusas para regar los campos de «alredor»…Pero luego nos fuimos a Madrid, mis hermanos y todos…y entonces hicieron aquí un aparcelamiento (*) de tierras y juntaron las huertas de la Vega, luego se repartieron a su gusto y manera, entre los que mucho tenían y seguían en el pueblo, y a nosotros nos dijeron que nos había «tocao» un trozo allí lejismo y de secano, que no valía pa ná y que los cachitos de huerta tan «gúenos» que teníamos, pues que ya no eran nuestros y mi hermano… ¡Uuuuh! cómo se puso, pero de ná le valió al pobre…Y ahora ya tó está perdío, hasta los caminos… tó abandonao y ni huertas, ni agua… Y ¡mira!, por allí pasaba un río y ahora está seco y no llueve

– Pues donde yo vivo ahora, tengo una huerta y tampoco llueve mucho, pero hay un río muy grande…y muy salao

(*)La primera disposición sobre concentración parcelaria se promulga en España el 20-12-1952

Ni hace daño al suelo

Camino del huerto me viene contando, lo bien que lo tenía él antes, cuando tenía fuerza para trabajar y lo llevaba todo en orden, que llamaba la atención a los que pasaban y la de cosas que plantaba y la cantidad tan grande de guisantes que recogía…

-Yo que me había hecho la ilusión de que ahora, la gente joven, ibais a poder tenerlo limpio y cuidao, que las malas hierbas son muy dañinas para lo que plantes…Pero si es que no puede ser- suspira-¡Que no valéis para esto!

Al llegar se sienta y adormila un ratillo. Luego despierta bruscamente, me ve con la azadilla quitando malas hierbas y dice enarcando las cejas:

-Sí eso que haces no vale para ná. ¿No ves que esas hierbas se secan solas y no hacen daño a la tierra. Pero bueno… si te quieres entretener haciéndolo…

Coge un azadón y empieza él a quitar hierbas con más garbo y precisión que yo (que tengo poco estilo hortelano). Cuando tiene un buen montón, dice que le duele todo el cuerpo

-Siéntate y descansa un rato

-¿De qué voy a descansar?, si no hago nada

-¿Eso que has hecho, no es nada? Además, sólo vivir ya cansa

-Pues sí que cansa…-Sentado, sigue quitando hierbas donde alcanza con el azadón- si es que no sé pa qué tenemos que vivir tanto…

Tomárselo con calma

El sol es gratis, y algunas naranjas también… pero todo lo demás cuesta un esfuerzo: Tener un horizonte, cuidar y ser cuidado, sentir, recordar, volver, romper silencios, plantar cebollas, querer, escuchar a los pájaros y distinguir sus voces, leer y ser leído, ponerse límites, estar limitado, adaptarse a las limitaciones, respirar (a veces), dar y recibir, intentar cosas nuevas y alguna de las viejas que ya hemos intentado antes, tomárselo con calma y apoyarse en un bastón de caña pulida y el sol allí delante sin ninguna sombra (salvo las que llevamos dentro) como si fuéramos el final de un western en el que el pistolero se aleja, dejando todo en orden, en busca de nuevas aventuras.

Las cañas se usan de tutores para enderezar los cultivos

En el huerto de Pablo hay una pequeña plantación de cañas y las va usando para poner tutores, para hacer parapetos y vallas de separación… Las plantó hace ya mucho, cuando compró la tierra y todavía el riego lo hacían por un sistema de canales y acequias

-Entonces sí que estaban bonitas, porque el agua que se perdía de correr la acequias, iba para las cañas.

Las cañas sobreviven y renacen porque tienen tallos subterráneos con función reservante  -que quiere decir que están adaptados para almacenar nutrientes y agua- Cuando vienen mal dadas y hay falta de agua y alimentos, esas cepas que son como nudos de madera se quedan en reserva y cuando vienen lluvias o las riegan, vuelven a rebrotar nuevas cañas.

Dice Pablo que lo bueno es conseguir separarla de la cepa, con un corte limpio, en esa zona maciza que es de «madera» porque en los entrenudos es hueca y la estropeas si la cortas mal.

Y ¡dicho y hecho!. Ahí le tenéis dando forma al nudo para que se adapte bien a la mano.

-Luego hay que limarlo bien para que quede suavecito. ¡Ya veréis qué bien lo preparo!

-¡Ese bastón va a ser la caña!

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Habas contadas

Fui a ver a Pablo y le preparé unas habas con su refrito de ajos y sin piel, como le gustan. Empezó a comer y el sabor le llevó a su añoranza del «paraíso»

-Como ha llovido tanto, habrán crecido malas hierbas entre las habas y los guisantes…Esas sí que van a estar buenas…

-¿Mejores que éstas?

-¡Pues ná, dónde va a parar!

Pero se come todas las que tiene en el plato, mojando pan en el aceite. Como la tele está puesta, le pregunto si aquí en la de Madrid dicen mejor las noticias 

-Me pone dibujos…

-Mejor aquí entonces, que allí no hacen más que dar malas noticias 

Rebaña el plato, da un sorbo de vino con gaseosa, empieza a pelar el plátano con mucha dificultad, pero sin dejarme que le ayude. Suspira…

-Y a J…, ¿le falta mucho para ponerse bien del tó? Porque allí el suelo es más blandito sin cuestas y el agua de mar es muy buena para los huesos, y …con lo que ha llovido ahora, ¡ya veréis qué habas más ricas! 

carne de membrillo

-¿Vas a hacer carne de membrillo?

-Sí, porque nos ha traído estos membrillos la vecina, de su huerto…Es que los nuestros este año no maduran, se están cayendo del árbol verdes y las hojas ya están secorras…

-¿Cómo van a madurar? Hasta que no llega septiembre no maduran…

-Pero ¡si estamos ya en noviembre!

Parece que no me ha oído. Se sienta y repara en el pastillero en su lado de la mesa

– Y ¿estas pastillas? ¡no me las he tomado!

-Esas pastillas son las de las nueve -levanto la voz- ¡y son las siete!

-¿Las siete? – Se mira el reloj y lo comprueba, vuelve a mirar el pastillero- A lo mejor se puede hacer carne de membrillos verdes

No le gusta nada que «los otros» le ganen en la producción de sus huertos

– Pues yo creo que hay membrillo de colores…membrillo verde. Será con colorantes..

-…a lo mejor está bueno, echándole bien de azúcar…

-¡Suspiro!

-Entonces, si ya estamos en noviembre…hay que sembrar los guisantes y las habas.

-Ya los hemos sembrado para «los santos»

-Entonces, ahora lo que viene es la Nochebuena ya…-Vuelve a coger el pastillero -… Estas pastillas…¡No me las he tomado!

 

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amor filial

El afecto hay que cultivarlo, como las patatas y las zanahorias. Pero él ya no sabe bien cuándo es el tiempo de dejar descansar la tierra. Continúa queriendo ir al huerto cada mañana, de una manera mecánica, obsesiva. Pero una vez allí, no sabe qué hacer y pregunta muchas veces -¿cuánto tiempo falta para los santos?- y a continuación habla de la proximidad del buen tiempo para hacer gazpacho de buenos tomates.

Con sus hijos le pasa lo mismo. Cuando está con ellos les reprocha lo solo que le dejan, «siempre leyendo y con los móviles», porque «se aburren con él». Pero entre «extraños», los alaba y se muestra orgulloso de sus estudios y sus trabajos.

Así tendrá que ser: producimos muchas insatisfacciones y una gran diversidad de cultivos en el tiempo

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