– Pablo, ¿me estás entendiendo lo que te digo?
– Ahora que mientas eso de entender, se me está viniendo a la cabeza una vez que vino uno a casa a preguntar a mi madre sí podría arreglarles un choto…Y mi madre ¡uy, yo no tengo vasija pa tan graaaande! Y el otro, que no, que era muy chiquinino – se ríe y gesticula con los brazos – ¡Y es que era un chivito a lo que se refería! …Claro, como el muchacho era de otro terreno pues se conoce que allí nombrarían chotos a los chivos.
– Y ¿qué hacía en vuestro pueblo?
– Estaba de relevo. Era un camillero que le habían matao al compañero en el frente del Tajo y él solo, ¡oye!, había seguido retirando heridos con una manta y mucha maña. Luego se hizo amigo nuestro y nos daba la enseñanza de la guerrilla a los chicos, a escondernos de las balas y avanzar a rastras y a lanzar piedras para despistar al enemigo
– Menuda diversión fue la guerra para ti…
– Ya lo creo, no teníamos control ninguno
– ¡Pero dulces no había!
– (suspira) … Sí ya sé lo que me quieres decir… que tres flanes son muchos… Es que como estaban ahí juntos…y uno me ha sabío a poco…