En la semana que está pasando en casa de estas buenas y acogedoras personas, Pablo come con más apetito sin que se le hagan bola las verduras en la boca y se sienta tranquilo en el sillón muy contento de tener oídos nuevos para contar sus ocurrencias.
– A mí leer nunca me ha gustao, no es que no sepa, es que se me hacen los ojos chiribitas y no me queda por menos que dejarlo y ponerme a hacer otra cosa…Al cine sí que he ido mucho, con mi novia de formalidá, que no gustaba mucho de ir al baile…y allí en el cine se veían también buenas historias…¡Uy!, me estoy acordando de una que llamaban Genoveva de Brabante, que era una mujer que se tuvo que echar al monte porque su marido que estaba luchando a espada, contra los moros, se creyó…¡vamos, que contaron que ella era una mala mujer y había estao con otro!, pero no estaba y tuvo que alimentar a su hijo con raíces y yerbas, hasta que su marido se echó a deber de que todo era una falsedá de los malidicentes y se fue en su busca…
-Pero, oyes, qué memoria! -dice Paco levantando la cabeza de su libro-Si esa película debe ser muy antigua, de las mudas, de las de Rodolfo Valentino…
– Es que a mi noviaaaa…no le gustaba el baile, vamos, que no bailaba bien…y al cineee…¡Uy, al cine!