-Pablo, no te pongas la gorra que hoy está lloviendo..
-No será para tanto, serán unas chispas
-Que no está el tiempo para dar paseos
-¿un paseo dices? Pues el caso es que sí, llévate el paraguas «pasiacaso»
Oye lo que le parece y anda por el medio del camino y se ríe si le advierto que hay que ir por el lado izquierdo. Camina como si la calle fuera suya, y así es, ha ido creando un mundo interior en el que vive «divinamente», una isla en la que los demás somos el ruido de las olas. Cuando se acerca un coche, o un grupo de ciclistas y le digo que se eche a un lado, siempre, siempre, se para, se da la vuelta despacio a comprobar que no le estoy engañando, porque él no se cree cualquier cosa que le dicen, pero no sólo hoy, día veintiocho de diciembre…¡Todos los días del año!
A veces me impaciento y le aparto yo tirando de su manga hacia mi lado (es muy fácil moverle, como si no pesara nada, su cuerpo no ofrece resistencia)
-¡Algún día te atropellan, o provocas un accidente!
-Qué exagerá, no será para tanto…Si tienen sitio de sobra…¡Que se aparten ellos!
Y el coche ahí esperando que Pablo decida dejarle pasar. ¡qué inocente!