Archivo por meses: julio 2018

Serpientes de verano

Han venido a vernos este finde, la familia SJ. Hemos hecho muchas cosas juntos; leer cuentos, hablar en la terraza hasta las tantas, comer en el huerto y hasta un baño de barro mientras regábamos (si fuéramos artistas lo llamaríamos «performance»)…El domingo se fueron al mercadillo y vinieron con una enorme serpiente (no os asustéis que es de plástico!). Cuando E…… nos la enseñaba, Pablo:

-Como esa…o mucho más grande era la que estando yo tumbao en un chujardo, que teníamos hecho así bajo unos riscos pa guardarnos del mucho sol o del mucho frío, mientras echábamos la merienda… ¡Pues que me echo a de ver que hay una culebra!…Enroscá allí, encima de mí, entre la paja y las piedras…Asi es queee, ni corto ni perezoso, avivé un buen fuego que preparé así, con ramas y hojas pa que hiciera humareda y subiera bien alta la llama…y saliendo deprisa del chozo…enseguida oí cómo sonaba mientras se churruscaba…Como yo sería bien chico, no tanto como tú, pero un mocete…pues se me hizo todavía más grande de lo que era… así como un dragón de esos que vuelan en las fábulas…Pero si, ¡mas grande que esa pué que fuera!

Los recados de los otros (días de vino y homenaje)

-Pablo, hoy te voy a decir yo una cosa que me han pedido que te cuente

-¿Quién?

-Pues así es el retrato que me ha salido. Se llama Magdalena y vive en tierras gallegas

-Yo creo que no la conozco…y ¿qué te ha dicho?

-Pues, además de mandarte abrazos, me ha dicho que te diga que el cuento ese que me contaste de los tres mosqueteros, lo escribió un hombre que se llamaba Auguste Maquet pero que el mérito se lo llevó otro que se llamaba Alejandro Dumas que era más famoso y le gustaban mucho las fiestas y beber con los amigos…

-Cosas que pasan…En el pueblo había uno que le llamaban Juan «el calero»… Vendía cal…Era muy trabajador y buena persona pero pasaba, que tenía mucha sed siempre y cuando nació su nieto se trajo, yo creo que desde Santa Olalla, una buena garrafa de vino, pa celebrarlo, pero ¡llevaría otra dentro!…Y ná menos que al entrar en la plaza, llena de gente que estaba, se cayó y se rompió la garrafa…y el hombre ¡Cómo iríe de borracho ya! Se tiró al suelo a beberse el vino que quedó de reposo en un charco…Es que antes no estaba asfaldao ni ná…

Y ¡cómo se reía la gente al verlo!… No era malo, es que no lo podía evitar, decía que era muy amigo del Cristo de Valdelpozo y vivía por allí, cerca la ermita…¡Le echaba unos piropos! Con decirte que su mujer, cuando le oía dar voces así… Carmen se llamaba…viendo que venía borracho, le abría la puerta del corral y le cerraba la de casa, pa que se quedara allí en el patio a dormir la borrachera – se ríe – …Y cuentan, yo no sé si será verdad, que una noche se cayó redondo al lao de la guarra, osea en la pocilga…y que se le oía decir: «date la vuelta Maricarmen que te huele mal el aliento»

-No me parece que tenga que ver con lo que yo te estaba diciendo

-¡Y yo qué sé lo que me estás diciendo!

-Pues que hay mucha gente que te envía abrazos, desde los lejos

Isabel, que hace fotos de la naturaleza

y Carlos con su estaca clavada

Laura, que guarda monos en la despensa

Laacantha que sabe un porcionao de arte y filosofía

la nati, que es una (extra)ordinaria

juan, que ha visto Blade Runner

luna, que no va al cine pero sabe dónde se ponen los acentos y las comas

evayesme, que se están leyendo la odisea

Daxiel, que lo dice en verso

Cristina, que es una aventurera concienzuda

Ana, que nos ha nominado para los óscar blogueros y(así) decimos gracias

Aileen que está activando lo de la telepatía

Eladio, que está comiendo un dulce de canela y ajonjolí

whatgoesaround, que le apasiona la música y tiene discos redondos

Eva, que se descubre en secretos que brillan bajo tierra

Carlos, que da la hora si le preguntas

Úrsula, que mira atentamente a las lagartijas

– Esos son los que, últimamente, te han enviado abrazos, pero hay muchos más

– Si tú lo dices… será verdá… Bueno tú…a to el que te pregunte por mí…le das recado

-Así haré (*pido disculpas a los no nombrados y mando también recado de Pablo, para ellos)

Los tres mosqueteros

Se dobla sobre sí mismo hacia delante y se le cae la gorra; voy hacia él, pensando en ayudarle, pero se incorpora él solo deshaciendo la postura con movimiento grácil, sin esfuerzo ninguno y me muestra sonriente lo que ha encontrado

– Es un indio – me dice – de juguete

– Yo creo que no, Pablo

– Pues con estas plumas así…¡Aaaah! Pué que sea ¿Cómo se llamaban? Unos que luchaban muy bien a la espada…Ya no me acuerdo, perooo… había por medio gente de Iglesia, alguien así como un obispo de Francia, muy dominante…y de éstos eran tres, ná más, que defendían a la reina – se ríe – y luego llegó otro así del campo y se reían de él a lo primero y así… Se peleó a espada con ellos y vieron que se defendía bien…¡Uuuuh, menudo era! ¡Daba unos brincos!…El resultao es que se hicieron amigos… y ya se fueron metiendo en más líos hasta que ganaron a los del obispo ese…Y estooo ¿Cuesta mucho de empujar?

– ¿Lo quieres conducir tú un rato? Y luego cuando te canses, te vuelves a montar…

– ¡Ah, pues van muy bien estas ruedas! ¡Funcionan divinamente! ¿Te quieres subir tú un rato? ¡Venga, que te llevo!

De categoría

Le han dejado una silla de ruedas en la Seguridad Social, pero la médica de familia le aconseja muy encarecidamente que la use sólo para trayectos largos, los cortitos a pie, para seguir manteniendo el tono de la musculatura.

-¡Eh Pablo, tienes que andar y seguir siendo valiente!

– Si no consiste en ser valiente, sino en saber cuándo puedes echar a correr…

  • Él va repasando con las manos las barras separadoras, las palancas de freno. Yo le digo que tenga cuidado con las ruedas y que no apoye el bastón en el suelo, mientras trato de salvar (sin accidentes) todos los obstáculos con los que me voy encontrando, bordillos altísimos, coches aparcados en batería con el morro (¡que morro!) invadiendo las aceras estrechas…
  • Llegamos al parque, donde dos operarios del ayuntamiento están realizando tareas de jardinería. Me apoyo en un banco para dibujar y uno de ellos nos grita:
  • -¡Ei Pablo! ¿ com vas?
  • -De categoría… -responde-

El tiempo de las cerezas

Le han cambiado la medicación de nuevo y el efecto es una relajación muscular excesiva, que le resta, aún más, equilibrio. Eso no le impide seguir mostrándose digno e independiente. No me llama cuando tiene que ir al baño por la noche, lo descubro yo por él sonido del golpe, no el que se da contra el suelo que es leve como su peso, sino el de tratar de levantarse dándose impulso; sin una queja, sin una llamada.

Cuando venimos de que le curen, (no os asustéis) una pequeña brecha que se hizo en la cabeza, unas vecinas nos traen un cesto de cerezas

Como hace algún tiempo que «no le pasa lo sólido» y estamos a dieta de flanes y papillas, las vecinas me recomiendan recetas triturando la fruta con canela y azúcar… Él dice «¡Cosas que pasan!» y hace un gesto con la mano quitándole importancia. Cuando nos quedamos sólos me pide que le lleve unas pocas, que las quiere masticar.

Las come con gusto. Coge dos de las que van unidas por el rabo, me las señala y dice

– Esto se lo ponían las chicas en las orejas ¡de pendientes!… – sonríe – ¡Qué tiempos!

Hoy no le apetece pasear y se concentra en otras cosas

Se le ha salido la hebilla al manipular con ella y lleva un rato forcejeando, pero a pesar del esfuerzo, no pierde la paciencia.

– Pablo, ¿què no véns a una volteta?

– Pues en este instante, no

– ¡Ai quin home!, si amb aquest aire que bufa, no hi ha forma d’anar arreglat…-la mujer dirige hacia mí su charla sobre los tipos de viento y sus horarios – ¿Sabes tú cómo llamamos aquí a este aire? …Llebeig, le decimos llebeig…pero luego se calma y el trobem a faltar a l’hora de dormir…

Pablo consigue ajustarse el cinto a su gusto y se sienta trabajosamente

– Yo ya me quedo aquí, ya no soplo más

– Aaaale pues… –

La mujer se va y Pablo se queda mirando a unos pájaros que se posan en los cables de la luz

– Lo llamemos como lo llamemos siempre acude – dice enigmático

Después mueve el bastón en el suelo y encuentra algo debajo del banco y lo arrastra hacía afuera, me lo señala

Vuelve a golpear con las dos manos y lo lanza con tan buena puntería hacia los arbustos que desaparece de nuestra vista.

– ¡Al hoyo!