Se queja de un «pesar» en la espalda
– Esto es del daño aquel que me hice cargando piedras siendo chico… No serían ni quince, los que tenía… Es que hizo trampa mi padre pa que me admitieran con los hombres. Pero, claro, luego ya no pudo reclamar por el daño, porque no había dicho verdá…Y me llevaron a un curandero que me dio unas friegas y pa casa a dormir en una tabla. Y claro, no quedó bien curao… A mis hermanos en cambio, bien que los llevaban hasta Talavera a los médicos…
Veo que esa tendencia hacia el resentimiento no le viene bien, ni a mi tampoco. No quiero que se lleve a la cama ese runrún y se desvele.
– Pero eso ya se habrá curado. Lo que te duele ahora será por …¡ por la pila de años!
– ¿Cuántos años dices que tengo?
– Ochenta y nueve
– ¡Uuuuuh, esos son muchos! Sí me veo yo en el espejo que…¿Sabes lo que le pasó a mi abuelo una vez? ¡Cá! – se ríe- Ahora se me viene al recuerdo…pues que se topó de frente con un espejo grande que había al subir la escalera de mi casa y estuvo un buen rato hablando con él, como si fuera otro, hasta que subió mi madre a ver con quién hablaba. «Es que yo no me podía imaginar que estoy tan viejo» y que dijo.