Así como recuerda y cuenta con gran detalle sus historias de infancia y juventud, el tiempo de ahora le parece una invención laberíntica por donde deambula sin saber si lo sueña, o lo vive.
– Pablo ¿Seguimos con el árbol?
– ¡Uy, no! No tengo ganas de ponerme a trabajar con esta mareíta tan fina.
Y se mete en la caseta a quedarse dormido. Una hora después le llamo
-Pablo
-¿Qué hora es?
-La hora de bocadillo
– ¿Es que ya hemos trabajao? El bocadillo hay que ganárselo.
– Yo creo que tú ya te has ganado todos los bocadillos de todas las jornadas del mundo, ¿qué no?
– Y yo qué sé, si no sé ni lo que me dices, pero – se levanta de un brinco y sale- ¡Uy! Parece que se ha levantao una mareíta fina y no hace tanto calor como antes ¡Habrá que hacer algo!
-Lo que quieras
– Pues si no mandas ná, voy a ponerme con el árbol, a quitarle las ramas que estorban pa moverlo – Va hacia el árbol – Para esto va a hacer falta una herramienta de podar, pero ¿dónde estarán?
-Ahí, en su sitio
Suspira, coge una tijera podadora bien grande y se pone a la tarea