-Vale, te dejo en paz. Cuéntame tú las cosas que vendías en la tienda
-¡La tienda! De eso hace ya mucho…Y hasta íbamos a vender a otros pueblos…Una vez llegamos a uno con una buena carga de albaricoques y como supieron que íbamos de San Martín y ya tienen fama de buenos, los albaricoques, pues los vendimos ¡Uy! ¡Fue visto y no visto! Y mientras tanto había uno en la plaza con judías y que nadie se paraba delante de él ni a ver lo que llevaba, el hombre. Así que mi padre le preguntó que si eran de su cosecha y que por cuánto se las dejaba si le compraba todas…Y se las dejaría por poco porque cerraron el trato enseguida y en el siguiente pueblo que pasamos, ya de camino al nuestro, se nos ocurrió ponernos a vender y ¡oye!, lo que es llegar a tiempo, las liquidamos enseguida también… Así que ese día no se nos dio mal, no.
-Y ¿cómo tendrás todo eso de hace tanto tiempo tan bien organizado en tu cabeza?
– Porque ¡eso ha pasao de verdad!
-Y ¿lo de ahora qué? ¿es un sueño?
-¿Sueñooo? Pues ¿qué hora es?