-¿Has visto qué bien colocaditas han quedado las cañas?
-Porque estuvo ayer un hombre aquí, colocándolas
-¿Qué hombre va a ser? ¡Era yo!
-Bueno, «hacer» lo que queráis…pero yo estaba allí sentado, al lado del botijo y vi, claramente, a un hombre colocando las cañas…-lo afirma categóricamente, ¡no vayamos a pensar que le podemos engañar a él!-
-¡Algo tendrá el agua de ese botijo!
-La que era buena era un agua que traía un hombre desde un manantial del Pusa, ¡tú sí que conocerás ese río!…Lo traía en una tinaja subida a un carrito pequeño, tirado por un borriquillo…y, oye, las mujeres iban con su cacharrillos a llenarlos a la tinaja, que tenía un grifo…porque ese agua sí que cocía muy bien los garbanzos…
-Y ¿por qué no iban ellas al manantial?
-¡Porque estaba a cinco kiloooometros! – (mucho leer pero no sabemos a qué distancia está el río del pueblo)