Sentado sobre una piedra, no mira el mar, se pone a dibujar con su bastón sobre la arena, letras.
– Había uno que le llamaban «Cigarro», que tenía mucho conocimiento…Se compraba manuscritos que se los traía el cartero, a saber de dónde, y los leía mientras estaba en el monte, de pastor. Una vez nos dejaron a cargo, a Nino y a mí, de unas ovejas… Serían ¡ná!, cinco o seis tó lo más, pero ¡lo que es no saber!…pasó él llevando su ganao y se nos fueron las ovejas detrás, pero él las separó y nos dió instrucción de careo. Luego más adelante, me acerqué a él pa que me ayudara a escribir una carta… Me estuvo dando unas lecciones y me dejó uno de sus manuscritos, donde venían las muestras de las palabras y yo, ya por mi cuenta, iba escribiendo en la tierra lo que quería decir, luego lo comparaba con lo del manuscrito y si estaba bien pues ya lo escribía en el papel…Y se conoce que no lo hice muy mal porque al poco recibí la respuesta…que era de una chica que se había ido a servir a Madrid, dándome razón de cómo era la vida fuera del pueblo.