Hemos venido a pasar unos días en un pueblo de Cuenca, a la casa de los padres de J…
Pablo se ha hecho un lío, no sabía si enfadarse porque le hemos movido de su rutina o alegrarse porque está con gente de su generación y puede contar sus cosas y hacer como que presta atención a los otros.
-Mira Pablo qué higos más ricos tenemos aquí. Estos son árboles del ayuntamiento, podemos coger si queremos
– ¡Buah! Estos son muy pequeños, pa higos buenos los de mi higuera, que la tengo injertá y da higos de tres clases…¡Esos sí que son gordos y dulces! Estos se nota que están «fulminaos«. Porque fíjate, ni siquiera los pican los pájaros. Aquí no hay ni pájaros, de la sequía que tenéis
-Tú prueba y verás qué ricos
– ¡Uy!¡Se me hace como que oigo campanas!
– Sí, son las que dan las horas. Y mañana domingo hay misa, pero tú no eres muy aficionado a eso ¿No, Pablo?
– Bueno, yo ¡también sé rezar! Lo que tiene es que siempre se ha oído eso de «a Dios rogando y con el mazo dando» y yo he pensao, pues si hay que dar con el mazo de toas las maneras, mejor dar con el mazo sin rogar, porque parece que le rueguen o no, Él no te ayuda y así te cunde más el trabajo. Y al final de la jornada, siempre he preferío ir al baile que oír al cura – Se mete entre las hojas de la higuera tentando los higos; los va pelando y metiéndoselos en la boca mientras cabecea afirmativamente – Pues sí están dulces, sí, pa lo ná que dices que ha llovío …