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No sé por qué será

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– Pablo, ¿Te has comido los tres helados de la caja?

– ¿Tres helaaaaaos? ¿Dónde?

– Eran para invitar a tus amigas

– Pero como no aparece nadie…¡Yo no sé qué harán que no salen!…Pero yo me he comío   uno solo…yo creo que no había ninguno más… a lo mejor se han derretío por el calor…

– Pues desde que empecé a dibujarte has engordado un poco.

– No creo, si yo no he estado gordo nunca…¿Sabes lo que decía mi padre? – se ríe – Que si hubiera sío un cerdoooo, que arruinaba al dueño, eso me decía, porque comiera lo que comiera, siempre estaba seco… Claro, es que me movía mucho, era lo que se dice de rabo de lagartija…Ahora ya no me muevo tanto –  Mientras habla forcejea tratando de meterse la mano al bolsillo para sacar el pañuelo y le cuesta, porque el pantalón le queda muy ajustado y esa postura de sentado adolescente, complica aún más la operación – ¡Ay, qué cooooño! – Cuando lo consigue se limpia la nariz y la frente, vuelve a doblar el pañuelo parsimoniosamente y esta vez se levanta para guardarlo.

-Yo creo que este pantalón ha encogío un poco

 

«Cómo se devuelve mal por bien» (continúa el cuento)

-«¿Quieres que te demuestre cómo las buenas obras con mal se pagan? – dijo la serpiente – Pues vamos a preguntar al primero que pase 

-Y si me da la razón, gano yo y me dejas en paz…

– Si te da la razón…

 Y mira tú por dónde, vieron un burro pastando a la sombra de un árbol de allí cerca 

 – ¡Eh, burro! – gritó el soldado – Contesta bien a una pregunta que te haga está serpiente que me quiere comer – Y el burro se queda mirando y la serpiente que hace la pregunta y el burro que dice

– Pues mira, yo he estado toa mi vida  trabajando como un burro. He tirao del arao, he cargao leña, he dao vueltas a la noria, he llevao a los niños y a los mozos a la feria, a mis costillas, he hecho todo lo que me han mandao…Y ahora que soy viejo, ya no me quieren pa ná…y aquí estoy, buscando un poco yerba que llevarme a la boca y sin cobijo…»

Pablo ha terminado de comer, se limpia bien  todo rastro de chocolate y se levanta del banco a tirar la servilleta de papel y el envoltorio del helado a una papelera, le pregunto si estaba bueno.

– ¡Ya ni me acuerdo! – se ríe