Hemos ido a la enfermera para las curas de la herida
Se queda muy quieto y estirado permitiendo la manipulación con instrumentos cortantes, tan cerca de su ojo
Yo, mientras miro, no puedo dejar de pensar en esto:
Pero Pablo no se queja.
La enfermera le pregunta cómo está pero él no contesta. Contesto yo por él, que ha perdido mucho el apetito y que dormita por el día pero que no duerme por la noche. Nos da cita para el médico. Al salir le pregunto si quiere andar un poco.
-Bueno, si tantas ganas tienes, te acompaño a un paseo
Camina muy despacio y me deja sujetarle del brazo. A mitad de camino se sienta en el tronco de un árbol viejo
y se pasa el pañuelo por la frente
-Esto está más duro que un risco
-Pero tú has dormido a veces encima de un risco, ¿no?
-Claro que sí, había uno muy grande en la viña y nos subíamos a él para vigilar y nos quedábamos dormíos allí mismo
-Y ¿qué vigilábais?
-Pues una vez a uno, que habíamos visto sus huellas y no podían ser de otro que de él porque gastaba unas albarcas grandísimas y allí nos quedábamos o yo o mi hermano Antonio, que no tendría más de nueve años…y fue él el que le pilló y le echó el alto: ¡Eh! ¿A dónde vas por aquí que no hay camino? Y ya no volvió
-Y ¿cómo se asustó tanto de un niño?
-Del niño no, de que le denunciaran…porque en ese tiempo, por robar unas uvas, te metía mano la guardia civil, ¡pero bien! Y ese era el miedo
-Y ¿le denunciásteis?
-¡Quiá! Eso no se hace, denunciar a uno por guardarse del hambre …No le vas a dejar que te quite lo tuyo y de tus hijos, pero denunciaaaar…- se levanta despacio- ¡Alevamos! que ya he descansao bastante…Y ¿qué te ha dicho la enfermera?