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¡Qué invento!

A veces me dice que se quiere ir a la pinada (el parque al lado de casa) y que no le busque, que él vuelve solo. Que se lleva el reloj y mirará la hora para volver a tiempo a la comida, para que yo  descuide, que allí se distrae mucho porque van las chicas del supermercado a su tiempo de desayuno y a veces le saludan y él las mira mientras hablan y así se pasa el tiempo mejor que en casa, pero que yo no vaya, que no le hace falta vigilancia, que él no va a ir a ninguna parte sin dejarme el aviso. Y le digo que vale y se alegra y coge una botellita de agua y se despide «hasta la una». Y vuelve a la media hora, «porque no hay nadie», «porque se ha levantao una mareíta fina», «porque le han entrado ganas de ir al baño»…

– Venga, que ya me pongo el macuto y voy contigo

– El caso es que si yo llevara un macuto así… Porque, ¡Claro! A ti con eso no se te clava la madera tan dura…

– ¡Uy, pues mira, aquí hay una mochila!, la rellenamos con un cojín y…

– ¡Qué invento! ¡Esto ya es otra cosa!

No sé por qué será

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– Pablo, ¿Te has comido los tres helados de la caja?

– ¿Tres helaaaaaos? ¿Dónde?

– Eran para invitar a tus amigas

– Pero como no aparece nadie…¡Yo no sé qué harán que no salen!…Pero yo me he comío   uno solo…yo creo que no había ninguno más… a lo mejor se han derretío por el calor…

– Pues desde que empecé a dibujarte has engordado un poco.

– No creo, si yo no he estado gordo nunca…¿Sabes lo que decía mi padre? – se ríe – Que si hubiera sío un cerdoooo, que arruinaba al dueño, eso me decía, porque comiera lo que comiera, siempre estaba seco… Claro, es que me movía mucho, era lo que se dice de rabo de lagartija…Ahora ya no me muevo tanto –  Mientras habla forcejea tratando de meterse la mano al bolsillo para sacar el pañuelo y le cuesta, porque el pantalón le queda muy ajustado y esa postura de sentado adolescente, complica aún más la operación – ¡Ay, qué cooooño! – Cuando lo consigue se limpia la nariz y la frente, vuelve a doblar el pañuelo parsimoniosamente y esta vez se levanta para guardarlo.

-Yo creo que este pantalón ha encogío un poco

 

El banco vacío y los venenos…

-Ya no hay nadie que se venga a sentar en el banco…hasta que no vuelva el calor…

-¿Echas de menos, a tus amigos?

-Es que enseguida les parece que hace frío…y ya no salen…¡yo no sé dónde los tendrán metíos!

-Pues en su casa…Pero si hace poco te dijo una señora muy amable, que por qué no ibas  a merendar y a pasar la tarde, que allí se reúnen tres o cuatro y lo pasan bien…Yo te acompaño hasta su casa, si quieres…

-No, si yo sé ir…lo que es que no quiero…

-Pero ¿por qué?

-Pues porque ¡para estar allí callao!…Si fuera antes, que me sabía muchos chistes y cuentos …Pero ahora ya ni entiendo lo que me dicen…

-¡Cómo que no! Y lo que sabes de las vacas y las víboras, ¿no te acuerdas?…

-Pues que una vez, quitando los chupones de las olivas, a uno le picó una víbora en un dedo y como tenía la estraleja en la otra mano, se lo cortó allí mismo  y se fue al pueblo a curarse…y se salvó, pero después, no se le ocurrió otra cosa que volver a buscar el dedo…y esa fue su perdición…porque al llegar al sitio, se habían arremolinao allí las avispas a la sangre y una le picó en el cuello, en una vena de las que van al corazón… y ¡lo que son las cosas! Cayó muerto antes de llegar al pueblo… del veneno de la avispa…

-Pobre hombre…

-¡Él se lo buscó!

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sandalias con calcetines

Hoy ha estado en el parque esperando y «no se ha visto a nadie, ni siquiera a los que van a cuidar de sus nietos». Ha esperado sólo diez minutos, probablemente luego haya llegado alguien. Pero entre el tiempo de los relojes (ya os lo he dicho)  y el suyo, hay un abismo.

Se aburre como un niño castigado contra la pared.

Me han entrado ganas de llevarle de la mano a las casas y preguntar: «¿qué no sale Vicenta?» como cuando acompañas a un niño pequeño a buscar amigos para que salgan a jugar con él.

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redes sociales

Algunas mujeres de su edad se sientan por la tarde, acompañadas de sus cuidadoras,  en un banco del parque y se cuentan cosas, a veces son monólogos cruzados, pues comparten enfermedades (alzheimer, sordera…) y deterioros propios del paso del tiempo. Nosotros pasamos por su lado, saludamos y seguimos la marcha, pues Pablo camina diariamente, bastante ligero y sin aparentar cansancio. Cada vez nos paramos más tiempo y nos cuentan y nos preguntan más cosas. Hace unos días se quedó a «pasar un rato con ellas»mientras yo me fui a la compra. Le vi sentado en el borde del banco y parecía no prestar atención a lo que hablaban, porque es muy lento en «traducir» lo que le dicen y en encontrar la respuesta. Más lento de lo que le gustaría y eso le inhibe, ¡claro!

Esta mañana ya me ha estado contando animadamente lo que dicen y hacen «sus amigas» (ya no son las «mujeres viejas»)

-Una de ellas no entiende lo que le dicen pero se da golpecitos en las piernas con las manos abiertas y canta y se da palmas…

-Qué alegría, ¿no?

-Sí -dice contento

Y se ha puesto a recoger algunos frutos del huerto para llevárselos hoy de regalo a las chicas.