-Ahora que voy viendo a ese burro – ríe- …Había uno que le llamaban Aquilino, que tenía una mala famaaa…-suspira- y una vez me tocó a mí ir con él de secretario
-¿Secretario?
– Cuando es el tiempo, nos ajustábamos en las fincas, que eran grandísimas, pa asistir a los que iban de caza… Se sale de la casa grande ya con el encargo de los aparejos del que te haya tocao (y ese año me tocó el Aquilino)…y, en fin, que empiezo a cargar el burro con las cartucheras y sale una muy señoritinga y va y dice:»¡Uy! Mi papá, tiene que ir cómodo en la caballería!, Tendrá usté que llevar eso» y digo yo: «Pues entonces pida usté que le den otro burro con un buen serón pa cargarle ¡porque yo no soy ningún burro!» Y eso hizo la que decía que era la hija, que a mí no me importa quién fuera, ni lo que entre ellos hacían…Pero se ve que eso era lo que estilaba el Aquilino, llevar cargao al secretario y él sin estorbo alguno, de caballero…¡por eso le tenían horror! ¡Y no habia protestao ninguno! -se va encendiendo y volviéndolo a repetir desde otros ángulos-
– Y tú llevaste la carga en un burro
-La carga ¡y yo montao también!
-Y ¿no se quejó el tal Aquilino de ti?
-¡ Qué se iba a quejar! ¿Te crees que ellos reparan en sí es hombre o animal el que carga? con que les tengas la escopeta a puntooo…¡Al contrario!, a otro año preguntó por mi, me dijeron, pero yo ya me había ido a vivir a Madrid…