Esta mañana
he ido a su cuarto sobre las nueve, a proponerle desayunar en la cama, que ayer se quejaba de dolor de cuello
-Uuuuuy, ¿cómo madrugas tanto hoy?- me acerco, subo la persiana y…-!¡Uuuuuy, pero si yo creía que era noche cerrada! – le quito la gorra y le pregunto si se levanta a desayunar – Pero ¡qué capricho tiene de quitarme la gorra! Si ya me levanto y ¡una cosa hecha!…¿qué pastillas tocan ahora?-Con la bata y la gorra cuenta las pastillas mientras se sienta- …Una, dos y tres… Treserantreslashijasdeelena…Y ningunaerabuena -le pregunto si le duele el cuello, no me oye, o no me entiende y le tengo que repetir la pregunta haciendo que me mire mientras hablo – ¡Si el cuello no me duele! ¡el cuello es el que me sujeta!
-¿Para que no se te escape la cabeza?