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En el barbero

Le tiembla demasiado el pulso en su lucha contra los elementos. Ha roto la maquinilla eléctrica, con su afán de hacerlo todo y luego ha ido escondiendo las piezas en el armario del baño, entre las toallas.

-Es que se ha debido romper la maquinilla

-Y luego ha desaparecido

-Algo así será

-Pues tendré que afeitarte yo, al viejo estilo

-¡Hay que ver qué cosas se aprenden en el barbero!

-Sí, ¿verdad? Será que como no hay nada que hacer, sólo esperar…

-Yo por ejemplo, aprendí a podar escuchando a un hombre que lo explicaba, ¡oye!, con todo detalle…Y yo me iba quedando con lo que decía y luego me fui a la viña y unos peros que había, osea que no eran perales de esos que dan peritas dulces, no, de esos no eran; lo que daban era unos peros duros y un poco ácidos, que iban muy bien pa ir bien del vientre -se ríe – Luego mi padre los vendía en la tienda y hacía esa propaganda…

Mientras me habla, termino el aseo, le ayudo a vestirse, le pregunto si quiere salir

– No, que estoy muy cansado. Me quedo aquí, que se está muy bien entre almohadones

Se queda con los ojos cerrados, en silencio. Voy a la cocina, pelo algo de fruta y vuelvo

-¿Te apetece comer este poquito?

Se asusta con mi voz y da un respingo. Mira el tazón con trozos de fruta

-¡Menudo florecieron esa primavera! y ¡Menudos peros dieron ese año! ¡Uy, daba gusto verlos!

Y vuelve a empezar desde el principio la historia

-No sé si te lo he contado, pero yoooo… aprendí a podar en el barbero…

Razón de padre

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-Y mi padre, cuando vio cómo había podao unos peros que teníamos en la viña que daban unos frutos muy duros pero eran buenos pa comer por las mañanas y limpiarse, pues llegó a casa y me dijo: «¡Cago en Dios! Si llegas a estar allí te pego una paliza con una de las varas que has quitao de esos árboles» Y mi madre le dijo: «Cállate y guarda las varas hasta la primavera y si no florecen más de lo que han florecido hasta ahora, que llevan ya años sin frutar, pues le pegas con ellas».

-Vaya padres había… Tú ya no has sido así…

-Yo no. Yo cuando me quedé viudo, al tiempo se quedó viuda la mujer que nos vendió esta casa y al año que vine a verla,  pa arreglar papeles sería,  se ofreció para que me viniera aquí con ella -me mira abriendo mucho los ojos- Pero yo no podía quitar a mi hijo de los estudios, ni traerle aquí tampoco..Y ¡bien que le ha lucío! Y que no para de estudiar, que yo le he visto cuando he estado en su casa ¡Menuda habitación tiene de bien prepará! ¡Llena de libros!

-Estás orgulloso de tu hijo

-¡Pues claro!

-Y los peros ¿florecieron?

 

¡A todo confort!

Me ve en el cuaderno el dibujo de ayer

-¿Qué dibujas aquí?

-Pues a ti con la mula

-¿Esto es una muuuuula?

-¿No me ha salido bien?

-Más bien se da un aire a los «poneys» que usan aquí, por la parte de Valencia…La mula era más fina, con las patas más largas y ¡ unas orejaaas! que te avisaban de cualquier ruido  que tú ni sentías…

¿Asi?

-Bueno, eso yaaa, se parece un poco más

-Y, en la escuela, entonces ¿qué te enseñaron?

-Pues enseñarme, lo que se dice enseñarme, ¡na! Pero me hicieron aprender lo que es la injusticia…Que a los pobres nos sentaban en un banco, apretaos, ¡sin espaldar, ni ná! Y al alcance de la vara del maestro…Y a los ricoooos los acomodaban en esos pupitres con tintero y pluuuuma ¡A todo confort!

Relinchos, rebuznos y silbidos

Vamos andando en silencio, cada uno mirando para sus adentros, cuando se oye un relincho y rápidamente me mira y me pregunta

-¿A ver si sabes si ese relinchar es de un burro o de un caballo?

-Noo, dímelo tú

Y se pone contento mientras saborea esas palabras  que va a decir, como si se tratara de un caramelo que se pasa de un lado a otro de la boca…

-Pues la misma palabra te lo dice, es un caballo ¡porque los burros no relinchan!

-¿Qué hacen entonces los burros?

-¡Pues rebuznar!

Y aquí sigue una muestra del sonido de ambos para que yo aprecie la diferencia

-Y ¿las mulas?

-Pues las mulas son porque un caballo ha montado una burra y sale un cruce y es un poco de cada – y hace un sonido que empieza aspirando como para rebuznar y termina en agudo relincho- Todas estas cosas sé yo porque he tratado con estos animales. En la escuela, por mucho que vayas,  no te enseñan estas cosas…

-Y ¿te gustaba tratar con los animales?

-Pues ¡claro!, Se encariñan mucho contigo…Y yo siempre los he tratado bien…Iba al lado de la mula silbando, en vez de arrearla cuando llevaba mucha carga…img_20170216_204332814

guardando el equilibrio

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Venimos del huerto y  me va explicando si por los terrenos que pasamos, están bien o mal hechas las podas. Porque el asunto de la poda es una cosa de mucha importancia y gravedad, tanto que eso le lleva de estos árboles a los suyos, a los de su infancia y juventud toledana, a los olivos y a lo bien que preparaba él los troncos, limpios de chupones y bien removida la tierra alrededor…Dice se esperaban en su familia a que él fuera «de permiso», de lo bonitos que los dejaba.

-Y ¿ a ti quién te enseñó todo eso?

-Pues mira, yo aprendí a podar oyendo cómo lo explicaba de bien un hombre en una barbería (seguramente esperando que le cortaran el pelo a tupé)…Y a subirme a varear no me enseñó nadie tampoco. Vi cómo estaban discutiendo dos hombres grandes por ver a quién le tocaba subir arriba, y dije yo, pues no tiene que ser tan difícil, trae «pacá» la vara y me subí de un brinco y así lo hice.

-A ti no te daba miedo, ¿a que no?

-A mii…¡Qué me va a dar! Yo gateaba que era un gusto…y me cambiaba de rama en rama de un brinco, sin pasar por el tronco.

 

 

 

 

Reanudando y pensando a un tiempo

Se pone a tejer con cuerda de rafia un asiento para la silla que se ha roto. Muy concentrado en cada nudo y pasando la cuerda de un lado a otro con mucha atención.

-Estás muy concentrado, para no equivocarte…

-Esto, hay que hacerlo pensando cada nudo, porque si no se te va la cabeza a otro lao y cuando te echas a deber estás tirando de la cuerda que deshace y en vez de ir pa lante vas pa tras.

-Y ¿quién te enseñó a hacer eso?

Se para de tejer pero no suelta la cuerda y me dice:

-Pues mira, después de terminar la siega, un año nos llevó mi padre al Tajo y allí vi a unos hombres que estaban haciendo cestos y me acerqué y me quedé mirando… y uno de ellos, se conoce que le caí en gracia, y me dio cuerda y me senté a su lao y le iba imitando según lo hacía y acabé haciendo uno, más chico que el que ellos hacían pero de allí me fui con el cesto y sabiendo.

-Qué buena cosa fue eso

No me oye, ni vuelve de su recuerdo. Sonríe y se concentra otra vez a apretar el nudo que había dejado a medias y sostenía en la mano.

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