Fiarse del hambre

Dice que le pesan las piernas y que no se fía de ellas. Camina concentrado en no inclinarse demasiado. Le agarro del brazo para servirle de apoyo e inmediatamente, dobla el suyo contra su cintura para sujetarme él a mí. Mantengo la posición del brazo pero suelto los dedos. Me dejo llevar

– Hay que acompasar bien el paso, como en la mili -se ríe – ¿Sabes que yo estuve en Barcelona haciendo el servicio militar?…Sí, hombre, sí. Estábamos en Villaverde haciendo  la instrucción y me enteré que  había un destacamento pa Barcelona y yo fui el  único que me ofrecí  voluntario… y los otros: «Pero ¡tú estás loco! ¡con lo cerca que estamos aquí del pueblo!»… Pues a mí me fue muy bien y hasta estuve a punto  de quedarme allí a vivir, porque me ofrecieron trabajo y tó, uno que su padre tenía ganadería…¡Ay!, pero en aquel tiempo tiraba mucho el pueblo y que los padres no te daban la independencia así como así…y otra cosa eraaaa, la novia de formalidá que tenía… Luego me enteré que a ella le hubiera gustao irse del pueblo, conmigo, pero como en aquel entonces esas cosas era un enigma decirlas…¡Qué sé yo lo que hubiera sío! …Anda, vamos a sentarnos un rato ahí…

-Yo creo que ya va siendo hora de ir a comer ¿Qué hora es?

– Si te advierto que de los relojes tampoco te puedes fiar mucho

– Entonces, ¿De qué nos fiamos?

– Del hambre

33 comentarios en “Fiarse del hambre

  1. Alvaro Salazar

    Amigo mío, de nuevo oro molido, que sí, ya sé que me repito, pero es que es buenísimo. Me gusta mucho el dibujo: el encuadre, el rostro de Pablo entrecortado y potente, los cuadros de la camisa, los tonos lilas, la cachava y las manos (dicen que es muy difícil dibujar manos, pues estas te han quedado muy bien, me parece a mí). La historia es también muy hermosa: el lento caminar, los recuerdos de la mili, lo que podía haber sido y nunca fue para ser de otra manera… Y ese final con el que no puedo estar más de acuerdo. Del hambre podemos fiarnos, la realidad que nos ladra en las entrañas. Gran entrada. Un gran abrazox2

    Le gusta a 3 personas

    Responder
    1. noteclavesilustracion Autor

      Pedazo de comentario! es para enmarcar. Si esto funcionara como el Twitter, lo dejaría «fijado». Gracias amigo. (Me disculpo porque yo no sé hacer reseñas ni desgloses tan amables como este de «los tonos lilas, la cachava y las manos», pero quiero que sepas que he disfrutado emocionalmente de la lectura de Constantin y me he sonreído, como si estuviera «oyéndote contar» en esos pasajes en los que te escapas de descripciones y «no entras en pormenores». Una bonita y valiosa historia sobre ese alguien que te dio de beber cuando tenías sed) Y abrazos, amigo

      Le gusta a 1 persona

      Responder
  2. inspectordisaster

    ¡Ole, qué sí! Nada más fiable que el hambre: esa sí que no falla nunca. Me he reído mucho con esta historia de Pablo y me ha recordado a un amigo mío que en el pueblo trabajaba como una mula en la vaquería familiar. Lo destinaron a la Isla del Hierro, donde le esperaban otros seis soldados, únicos habitantes de ese cuartel aislado, cuya cometido era vigilar algún posible ataque por mar (¿?). La jornada se dividía entre pescar, bañarse, comer, fumarse unos petas y volver a pescar. Concluido el servicio al país, la familia se las vio y deseo para conseguir que volviese a casa. Ay, la mili: si es que para muchos era la única forma de conocer la «modernidá». Y coincido con mis queridos Álvaro y Luna. El dibujo es impresionante y lo dice todo: a Pablo no lo sujetan, faltaría más: él sujeta. Un beso, note.

    Le gusta a 2 personas

    Responder
    1. noteclavesilustracion Autor

      Oye, pues esa historia que cuentas así, es bonita: pescarbañarsecomerfumarydejarpasareltiempo
      Merece la pena el esfuerzo de publicar aquí, por estos ingeniosos comentarios (todavía no he visto los que dices, porque este bíblico WordPress me enseña los últimos los primeros – ahora voy!-)
      Y aquí van los besos😙😙😙😙

      Le gusta a 1 persona

      Responder
  3. Mukali

    Jajajajaj… es verdad, el cuerpo es más sabio que un reloj, oleeeee Pablo.
    Una imagen entrañable,… Esas charlas del brazo de alguien con recorrido son impagables y nos enseñan un montón de la vida de antes. . Gracias por compartirlas.

    Besos.

    Le gusta a 1 persona

    Responder
  4. palmeiralibre

    Y qué gusto da fiarse del hambre cuando puedes saciarla…
    Coincido con todo lo que dice Calauche, a pesar de no entender ni papa el catalán.
    ¡Ah! Y menos mal que a la novia de formalidad no se le ocurrió comentar en alto lo de querer irse con él del pueblo… En la picota la pondrían.
    Un gran relato, como siempre.

    Le gusta a 1 persona

    Responder
  5. evacobogonzalez

    Dos cosas me han emocionado, una, la sabiduría profunda de Pablo, que le hace grande y sencillo. «Hambre», una respuesta genial.
    La otra, su generoso corazón, cuando aprieta su brazo para que tu te puedas apoyar en él. Esta sobre todo, revela tanta generosidad y dulzura, que te llega al alma.
    Gracias por compartir tanto.

    Le gusta a 1 persona

    Responder
  6. whatgoesaround

    La motivación de este blog me ha sorprendido por completo. Es muy loable y muy hermosa, y por compartir experiencias tan íntimas y a la vez nada fáciles. Como alguien ha dicho, para afirmar que no sabes dibujar creo que lo haces muy bien: Esa camisa a cuadros, el brazo, el reloj, la expresividad que transmite. Si, es muy duro el deterioro al que nos vemos sometidos con la edad…

    Me gusta

    Responder
  7. Daxiel

    El tiempo dejo de ser complejo para Pablo como el andariego que lleva dentro, se fía por lo resoluto y no por lo hipotético, en todo orden de vida creo en los consejos de ancianos, (del latin «es de antes»), pues es lo contrario a lo que suena, sus ansias ya quedaron en un letargo, mas no por esto la justeza de sus parlados.

    Le gusta a 1 persona

    Responder

Replica a noteclavesilustracion Cancelar la respuesta