El que mucho reza poco ofrece

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– Pues es que eran familia a los que les gustaba mucho ir dejando a deber. El marido iba a comprar ladrillos al Tejar y decía que otro día traía los cuartos, pero pasaban los días y no los llevaba. Así que la hija,  que era así muy frescales, se presentaba en la confitería a pedir que pagaran, un día y al otro también. Una vez decía la confitera que no estaba su marido, otro que ¡Ay, qué leches si pareces una alguacila viniendo a cobrar!. Y la otra, pues si me hubiera usté pagao a lo primero, ya no tenía que volver por aquí, que a mí tampoco me gusta de verla… Era así, les gustaba dar poco… Mi padre llevaba un libro donde iba apuntando lo que le debían y a ella le daba otro igual, con las sumas y las restas de lo que se había llevao y lo que había traído.    En cuanto sonaba la campana de misa de más temprano, yo no sé a qué hora sería, la cosa es que decíamos, ya verás qué pronto se presenta y así era. A veces hasta medio saco llevaba, como podía,  pero sin el libro y decía que se le había olvidao, para que la pagáramos con dinero…Y el marido rezando. ¡Qué miserias! Si «egqueeee» el que mucho reza poco ofrece.

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