De lo grande y lo pequeño y lo poco y lo mucho

– Pablo, ¿me estás entendiendo lo que te digo?

– Ahora que mientas eso de entender, se me está viniendo a la cabeza una vez que vino uno a casa a preguntar a mi madre sí podría arreglarles un choto…Y mi madre ¡uy, yo no tengo vasija pa tan graaaande!  Y el otro, que no, que era muy chiquinino – se ríe  y gesticula con los brazos –  ¡Y es que era un chivito a lo que se refería! …Claro, como el muchacho era de otro terreno pues se conoce que allí nombrarían chotos a los chivos.

– Y ¿qué hacía en vuestro pueblo?

– Estaba de relevo. Era un camillero que le habían matao al compañero en el frente del Tajo y él solo, ¡oye!, había  seguido retirando heridos con una manta y mucha maña. Luego se hizo amigo nuestro y nos daba la enseñanza de la guerrilla a los chicos,  a escondernos de las balas y avanzar a rastras y a lanzar piedras para despistar al enemigo

– Menuda diversión fue la guerra para ti…

– Ya lo creo, no teníamos control ninguno

– ¡Pero dulces no había!

– (suspira) … Sí ya sé lo que me quieres decir… que tres flanes son muchos… Es que como estaban ahí juntos…y uno me ha sabío a poco…

14 comentarios en “De lo grande y lo pequeño y lo poco y lo mucho

  1. Laura Antolín

    Es que los flanes se comen solos…
    Esa confusión entre choto de ternero o chivo la tuve cuando llegué a Cataluña, pues le dicen «xái» al cordero (y «vedell» al ternero), y lo de xái me sonaba a xatu, que en bable es ternero.
    Las ganas de azúcar ¿no serán por prevenir una hipoglucemia? Quieras que no, tanto darle al tarro, tanto recordar y discurrir, es un desgaste…

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    1. noteclavesilustracion Autor

      Es uno de los síntomas sensoriales de la EP. Tiene problemas para tragar y asocia la comida con obligación. En cambio lo dulce es también el pequeño placer de saltarse «las normas de la casa de la sidra» …desde pequeños relacionamos los sabores dulces con lo agradable/extraordinario…En su caso, además carecieron de esos «placeres» en la infancia.

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      1. Laura Antolín

        El pediatra de mi hijo me explicaba que es mala costumbre consolar o premiar a un niño con dulces. Cuando éramos pequeños (hablo de los años 60) nos empapaban el chupete con azúcar para que dejáramos de llorar. Y antes les daban vino con azúcar…

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