-Te advierto que me voy a quitar esto y a quedarme en camisa, que ya está picando el sol que es un gusto…¡Mira! a esas las llamábamos «apagacandiles»
– ¿A qué?
-¡Apagacandiles! Porque se acercaban de noche a la llama que hacían los candiles y con el movimiento de las alas los apagaban, ¡Cosas de campo! Por aquí las llaman libélulas…Pero en el campo ponemos nombres a las cosas según lo que hacen, como los motes de la gente… ¿A que no la ves? ¡Si la tienes delante!
-Parece muy pequeña y frágil como para apagar una luz ¿cómo era la llama? ¿Qué le echabais al candil de combustible?
-Pues era una llama poca cosa….Con un poco aceite que se echaba en un cacharro así pequeño – pone las manos como recogiendo agua- que terminaba así en una punta y con un «cachejo trapo» se hacía la mecha y se encendíaaa, ¡ná, una llamita!…Y con eso nos alumbrábamos para ver cuando nos juntábamos por la noche…Luego ya vino la luz eléctrica y ahí se acercaban los mosquitos, ¡esos son peores! Éstas comen mosquitos ¿eeeh?..¡Uy! ¡hasta abejorros grandes!…Pero no pican a la gente…
Apagacandiles, qué guapo… En la fuente siempre revoloteaban las libélulas. Tenían un nombre, que no era libélulas, pero se me olvidó. Así que me quedo con el de «apagacandiles».
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