Cualquier cosa sencilla como vestirse y desvestirse, calzarse y descalzarse, le lleva mucho tiempo. Tiempo en el que no puede pensar en otra cosa pues le requiere un ejercicio de concentración intensa. Y si mientras se está poniendo los calcetines le das los buenos días y le preguntas qué tal ha dormido dice:
– Qué sé yo – para que le deje tranquilo. Y sólo cuando termina y llega hasta la cocina, tambaleante a veces por el pasillo, y se sienta ceremonioso delante del desayuno, dice:
-Hoy he dormido muy bien, sólo me he «dispertao» a orinar tres o cuatro veces…Ah! Y ya me acuerdo del nombre del pájaro caníbal, que anoche no me acordaba.- y empieza a relatarme de nuevo alguna historia por la que le pregunté ayer algún detalle…